ALAS

ALAS
portada: Hugo Vélez/Margarita Pizarro
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Ésta es una INVITACIÓN A LA LECTURA, también conocida como Cuarta de Forros:

Alas es una meditación acerca de lo próximo y lo lejano, de la fijación y la posibilidad de mutar. También es un trayecto que se prolonga hasta el infinito contra una pared de plata. Algo así. Puede leerse igualmente como una colección de estampas de estaciones de vida en el recorrido de la voz poética por asimilar el mundo. Entre versos vertiginosos o sonoros, de poema en poema se participa de la crónica de un viaje de este al otro lado de un precipicio que abarca lo mismo un océano que un espejo, que pretende alcanzar "la distancia inconmensurable que existe entre un par de labios y el otro". Desde esta perspectiva, Alas evoca el rito de transición que es la vida. O bien es un simple itinerario en un libro de divagues. En todo caso, los poemas aquí compilados proponen a la palabra como objeto de fe y como vehículo para sobrevolar el país del desencanto hasta vislumbrar una salida luminosa.




Y éste, vaya, un Comentario Editorial

Por medio de "palabras pala", Gonzalo Vélez se abre paso entre "cubos de cielo", entre "cuerpos puertos", para plasmar esta lucubración poética que quizás haya de ubicarse lejos del centro de la poesía mexicana contemporánea. Luego de un largo silencio, el también novelista, traductor y comentarista de artes plásticas reaparece ahora con Alas, una nueva invitación a los lectores a recorrer caminos poco trillados en nuestra literatura.




lunes, 1 de diciembre de 2008

Balada de la distancia

Otro de los hilos negros descubiertos en mi vida: el espacio y el transcurrir del tiempo.
O sea: "la hora y el sitio" (como el título de ese poema de José Carlos Becerra), lo rotundo y a la vez relativo del aquí y el ahora, de la ubicación de uno y de la vivencia de envejecer...
[caso en que la existencia colinda de cerca con la matemática pura; ¿o viceversa?]

Todo surgió en realidad de un viaje. O de viajes mutuos. Hace muchos ya muchos años. Yo terminé en Viena en calidad de ilegal alien, igual que en la canción de ¿Sting?...
Y luego de esos dos años allá, cada vez que he vuelto a viajar más o menos lejos y más o menos prolongado no me he podido librar de la idea de que el aeropuerto es como la superficie de un espejo del tipo del que Alicia, la del País de las Maravillas, atravesó en Alicia a través del espejo...

Y el aeropuerto de llegada es la superficie del espejo de aquel otro lado, y entre más lejos estés del punto de origen de tu cultura más la realidad distorsionada te parecerá; pero también tu vivencia del tiempo entra entonces en un paréntesis perceptivo, ¿cómo decir?: ¿virginal?...
Y mientras tanto, en el lugar donde por lo general transcurre tu vida cotidiana, que es el punto de referencia, todo permanece inalterado.
Algo así.

Bueno, claro que no así, ni tampoco un aeropuerto es un espejo, sino un aeropuerto. Y por supuesto que un avión es un avión, y un espejo es una superficie reflejante y un reloj es un reloj, y... y... y...

Aunque en realidad el poema iba de otra cosa: de la pasión, de la imposibilidad del amor a causa de la distancia, de supuestos deseos de cortarse las venas y de algunas cosas más de las que el postromanticismo acendrado ha gustado o gustaba de llamar con otro nombre. ¿?

[igual que en anterior caso, transcribo sólo algunos fragmentos, por aquello de que si no, qué chiste...]


Y como las estrofas o versículos son como aforísticos, vienen a cuento estas palabras del pensador vienés Karl Kraus:

"No es la amada en la lejanía sino la lejanía la amada."

[¡¿qué tal?!]



Balada de la distancia


El hecho de recorrer decenas de miles de kilómetros con el ansia con que el botánico y el metafísico perseguirían una flor desconocida en los jardines del Señor es llevar a cabo por fuera el viaje por dentro que se realiza todos los días contemplando el techo.

(...)

En la circunstancia de la cercanía hay un trastorno total de las proporciones: la cercanía genera una nueva distancia que se percibe como decenas de miles de distancias.

(...)

El puño comprime los billetes que testifican que la vida está siendo jugada a una sola carta: el puño comprime una sola carta de amor conseguida por los más consagrados alquimistas del recuerdo.

(...)

No somos un país del norte donde la nieve se perpetúa en las calderas de los sentimientos: nuestra nieve es capaz de hervir con la menor caricia de los ojos más fríos.

(...)

Por último se recorrerían otra vez las decenas de miles de kilómetros hasta alcanzar la distancia inconmensurable que existe entre un par de labios y el otro: se dormirían otra vez decenas de miles de sueños decenas de miles de años si al despertar existiera la certeza de encontrar aquellos ojos cerrados durmiendo tranquilamente a nuestro lado.


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